La emergencia causada por el nuevo Coronavirus ha puesto en evidencia la necesidad de transformaciones en los modelos empresariales y de consumo; La economía circular podría ser la respuesta.
Tras la emergencia sanitaria que ha significado la pandemia del covid-19, el gran desafío para los países ha sido tomar las medidas necesarias para proteger a la población, mientras procuran el menor impacto posible en la economía. A pesar de los esfuerzos, y teniendo en cuenta que la principal recomendación para disminuir la propagación del virus es la cuarentena, es muy probable que muchos hábitos de consumo se transformen.
Este es uno de los efectos que más le llama la atención a José Mosquera, coordinador de “Emerging Markets Initiative – EMI”, un programa de la Facultad de Administración de Empresas de la Universidad del Externado, en el que, además de generar estrategias de concientización sobre el impacto humano en el medio ambiente, se realiza soporte gratuito a las empresas que busquen la implementación de iniciativas de economía circular.
La economía circular
Como respuesta a la lógica de una economía lineal que ha predominado los últimos 100 años, en la que simplemente hay una extracción de materias primas, una transformación de estas, un uso y, finalmente, un desecho indiscriminado, la economía circular procura, incluso desde el diseño de los productos, el menor impacto posible en el medio ambiente. Esto se realiza por medio del uso de materias primas biodegradables; de aplicación de estrategias de reciclaje y de la expansión de la vida de los productos, entre otros. Y no solo pretende enfocarse en los que, a primera vista, son los grandes causantes de la producción desbordada, sino también en los hábitos de consumo que avalan esas lógicas.
La crisis podría ser una oportunidad
De acuerdo con lo explicado por Mosquera, la actual crisis podría tener 3 elementos para analizar. El primero, que ha quedado en evidencia: el gran problema de inequidad en ingresos que existe en todo el mundo. Lo segundo, que ha sido un momento para pensar la manera en que se produce y se consume: “probablemente nuestros hábitos de consumo van a cambiar porque vamos a concentrarnos en consumir lo básico, por lo menos en el futuro cercano”, afirma. Por último, que nuestra relación con el ambiente tiene consecuencias globales. Así lo explica Mosquera: “ahora, por supuesto, toda la atención está en la pandemia, pero a mediano y largo plazo el cambio climático es algo preocupante. Esta es una oportunidad para que las empresas redefinan sus procesos de producción y servicios”.
Y el trabajo de este programa pasa por los dos puntos finales antes mencionados. Por un lado, procurar que las empresas entiendan la importancia y el beneficio que traen modelos más amigables con el medio ambiente. Luego, revisar su cadena de suministro actual y encontrar oportunidades de mejora; posteriormente, conectar su modelo de negocio con el que esté más cercano dentro de los 12 que ofrece la economía circular. “Esto es gradual. Debemos hacer que las empresas primero conozcan cómo funciona y sus beneficios, y desde sus procesos hagan cambios lentos que, a mediano y largo plazos, pueden significar mayores ingresos y una mejora de su reputación”, cuenta el coordinador de EMI.
Por otro lado, viene la tarea de concientizar a las personas de las consecuencias de un consumo desbordado y de que las pequeñas acciones sí tienen un impacto positivo en el entorno. Para eso, el programa está desarrollando tácticas como aplicaciones o videos que reunirán consejos de acciones sencillas que se pueden realizar desde la casa: ahorro de energía, ahorro de agua, reducción del consumo de plástico, reutilización y expansión de la vida de electrodomésticos, entre muchos otros. ”No podemos esperar a que los cambios los hagan los gobiernos o las grandes corporaciones. Por medio de nuestros cambios de percepción y de hábitos podemos hacer cosas valiosas”, concluye Mosquera.
Referencia: